sábado, 28 de abril de 2007

Banquetes


Una vez más visitamos al chef Fortino en Don Chon. Ahora nos ofrece:

Tostadas de frijoles.
Escamoles.
Filete de león.
Frijoles reventados o "Ecuaatlahtlapaan" con albóndigas de carne de venado.

El filete de león es una carne de veras suculenta. Resulta imposible decir con palabras todo lo que su sabor nos transmite. Carne de felino, carne diferente a todo lo que usualmente comemos.

Pero la gran sorpresa de este día es ese potaje de frijoles reventados con álbondígas de venado. Fuera de serio. Un guiso cien por ciento prehispánico, con una antigüedad de mil años cuando menos. Delicioso. La clave para el potaje la da la masa de maíz, los chochoyotes.

Fortino nos intenta dar la receta de este último platillo. Pero descubrimos que lo sabe cocinar pero no sabe cómo dictar la receta. No es un chef de escuela, es un chef formado en la brega diaria. Su mente, además, ya no es la de antes, nos dice. Se le olvida el orden de los pasos, lo mismo que algunos de los ingredientes. Hay que interrogarlo mucho para hacernos una idea de cómo se cocinan estos ricos frijoles.

Así nos enteramos, una vez más, de que el chef Rojas está cansado de trabajar sin parar por cosa ya de medio siglo. Ahora quiere dedicarse mejor a los banquetes. Quiere cocinar para gente que entienda de verdad lo que él puede hacer, gente que sepa de gastronomía y de cocina mexicana. Banquetes para unas seis personas cuando menos. Donde pueda cocinar bien, con cuidado y detalle. Por eso nos pide que incluyamos aquí su número telefónico. Por si alguien se interesa en degustar la quintaesencia de su alta cocina del barrio de La Merced...

(01) 55 - 42 - 69 - 25

Lo pueden encontrar después de las ocho de la noche.

Nosotras ofrecemos una charla explicativa de la cocina de este chef especial para quienes se interesen por este tipo de banquetes que nos propone.

Como pueden comprobar en esta blog, la cocina de Rojas Contreras es única. Nadie la puede copiar. Y sus propuestas de menú son deslumbrantes.

jueves, 12 de abril de 2007

Tiempo de reflexión


Después de las dos visitas con estudiantes de gastronomía de hace ya más de quince días y la presentación de la cocina del chef Fortino para un grupo de la Universidad del Valle de México, campus Toluca, regresamos otra vez al Restaurante Bar Chon. Fue el miércoles de semana santa, fuimos hasta don Chon con Julia Moreno, el Güero Rafael Moreno, la doctora Ivonne Mijares y nuestra adorada Hortensia Moreno. Era una reunión que habíamos deseado por mucho tiempo. Que justo esas personas estuvieran un día ahí, en una mesa de Chon, degustando la cocina del chef Rojas Contreras.

No le anunciamos nuestra visita. Quisimos que todo ocurriera de modo espontáneo.

Fortino nos recibió con gusto. Después de presentar a nuestras invitadas y señalar la importancia de la doctora Mijares como estudiosa de la cocina mexicana, le pedimos que nos dejara probar lo que él considerara mejor de su cocina de ese día. El amigo Eduardo Guadarrama nos ofreció un shot de mezcal como aperitivo, mezcal de verdad delicioso, de Oaxaca.

Luego, para beber durante la degustación, la doctora, Hermanita y Chavo pidieron pulque curado de avena, Bella Bella agua fresca y cerveza las demás personas en la mesa. Fortino nos ofreció entonces tostadas de pejelagarto, panuchos de salpicón de venado, pavo salvaje, huauzontles, ahuautles y unos insectos que creemos que llamó "teztas", de sabor muy delicado. El remate fueron unas rebanadas de queso blanco de Hidalgo.

Todo mundo quedó contento. Fue una gran comida. Con muchas risas y cariño. Para mejor gozar los platillos de Rojas Contreras.

Después, durante esta semana hemos tenido oportunidad de conversar de nuevo con los estudiantes que asistieron a las degustaciones. Ahora podemos hacer un juicio más detallado de la cocina del chef Fortino.

Su biografía, para efectos de nuestra escritura, va quedando en el fondo del relato, quizá sea lo que menos cuente para esto. Como lo plantea Martin Heidegger: todo ser humano nace, trabaja y muere, eso es todo. Lo que importa está en las creaciones concretas de la cocina de Fortino. Eso que las palabras poco pueden expresar, por más precisas que sean. Su sazón, los efectos de sus platillos para el sentido del gusto. Lo indecible y sus silencios.

Ya con calma, lo/as estudiantes aprecian la sencilla cocina de este chef, su cocina de fonda. Le critican no estar al día, cosa que se entiende. Que el chef Fortino no siga los lineamientos de la alta cocina contemporánea, especialmente en lo referente a presentación de platos y modo de operar con sus ingredientes. Sin embargo, además de los ingredientes exóticos, aprecian la calidad de su trabajo de cocina.

Con esto, en cierta, forma, vamos llegando a un punto clave. Ahora ya tenemos una idea clara y distinta de lo que es la cocina del chef Fortino Rojas. Podemos situarla en su significado práctico, la sazón, como en el sentido sociocultural y el histórico. Es hora de comenzar a concluir la investigación. Creemos que lo mejor que puede resultar de esto es un recetario de Fortino, la cocina de la fonda de don chon. Habrá que proponérselo.

Él dice que nunca ha puesto por escrito sus recetas. Que todas están en su memoria. Son productos de la práctica y la experiencia.

Pensamos que no puede emplear secretos muy rebuscados.

Sin embargo, a partir de seste recetario sería posible narrar la vida de Fortino Rojas Contreras como cocinero del barrio de La Merced. Y también pensamos, ya entonces, que este rectario muy bien podría ser un documental audiovideográfico.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Un nuevo nivel de relato

Ayer y hoy tuvimos degustaciones de la cocina del chef Fortino con estudiantes de gastronomía de nuestros cursos en la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Taller de Crítica Gastronómica e Historia de la gastronomía II (cocina mexicana, siglos XIX al XXI).

Fortino propuso el menú... Nueve tiempos ayer, para un grupo de diez personas. Y once tiempos hoy, para un grupo de quince personas.

Tostadas de pejelagarto.
Panuchos de salpicón de venado.
Tostadas de mantarraya.
Albóndigas de armadillo en salsa verde.
Ahuahutles en mole poblano.
Tepezcuintle.
Huauzontles en salsa de chile pasilla.
Jabalí en salsa costeña.
Faisán en salsa de rosas.
Avestruz en chilmole.
Flan imposible.
Pastel de amaranto con chocolate.

El maridaje fue con agua de mango y mezcal de Oaxaca.

Ir con estudiantes de nuestros cursos de gastronomía resultó muy importante para nuestro juicio y valoración de la cocina del chef Rojas Contreras. Muchos puntos de vista contemplan mejor un fenómeno, muchos gustos personales permiten alcanzar consenso y cierta objetividad. Mejor cuando la suma de personas en situación de profesionales y autoridades.

Lo mejor de la cocina del chef Fortino está en el carácter "casero" de su sazón. No es cocina de restaurante de autor, ni de alta técnica. Aunque cada platillo merece fotografiarse y ser estudiado con cuidado por su presentación estética, lo dominante está al degustar los
guisos, o sea, en la esencia del comer. Que entonces es un comer casero, en el mejor sentido del término. Es decir, casero por su sencillez y limpieza, por su generosidad en la porciones y la calidad de los ingredientes. También por la comodidad para comer, en un restaurante que no pretende ser más que lo que debe ser, la fonda donde Fortino produce su comida tan especial y tan de acuerdo al estilo del barrio de La Merced.

No es cocina de escuela, sino cocina para ser estudiada en las escuelas. Tampoco es cocina de secretos o misterios. Es la cocina de la luz y la claridad, en combinaciones maravillosas.

Además de las carnes, la variedad de las salsas, la finura de su presentación y textura, cada una diferente de la otra, ninguna atosigante por la pungencia de los chiles. Al contrario, cada una resalta con elegancia el sabor de los chiles empleados.

Esta vez el menú tuvo por eje las carnes exóticas. Una interesante selección de ingredientes prehispánicos en contraste con el faisán y el jabalí heráldicos.

Ahora ya podemos valorar la constancia de la cocina del chef Fortino. Todos los guisos que probamos ya los conocíamos, y ninguno resultó inferior a lo conocido ni a lo esperado. Hasta ahora no hemos conocido un platillo suyo malhecho o malpresentado o defectuoso en algo. Todo lo contrario, cada vez manifiesta mejor su maestría, su dominio de las recetas y los sabores.

Su mantarraya es una delicia, con sabores y texturas de jaiba y de machaca en salsa pero siempre con el sabor definitivo de la mantarraya. La salsa de pasilla con que presenta los huauzontles también es un logro singular de su cocina, ya que son auténticas tortitas de semillas de huauzontle.

lunes, 26 de marzo de 2007

Mañana cambiará de nuevo en forma trascendente nuestra relación con el chef Fortino. Por vez primera le hemos contratado una degustación de su cocina para un grupo de estudiantes de gastronomía de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Será una prueba especial para todo mundo.

Estudiar la cocina de este chef implica este tipo de degustaciones. Poder juzgar su cocina en forma amplia, desde muchos puntos de vista y todos de acuerdo en juzgar la sazón de Fortino. Más la información que aporta la relación económica con el cocinero y servidor de alimentos que él es también, ahora en situación diagonal dentro del local donde opera, pues desea hacerlo de mejor manera, en mejores condiciones. Cosa que la comida de mañana nos permitirá comenzar a ver hasta dónde es posible resolver.

Con creadoras de imágenes como Angélica Vázquez, la ceramista de Atzompa, nunca hemos podido establer una relación comercial tan clara y directa para mejor estudiar su obra. Lo/as estudiantes no están tan predispuesto/as para gastar dinero en obras de arte, en esculturas de barro cocido. En cambio, no les parece problema gastar dinero en alimentos. Y menos aún a quienes estudian gastronomía y tienen auténtico interés crítico por la cocina mexicana.

Además, ya en deriva estética, así también podremos degustar la performance de servicio del actual equipo del chef Rojas Contreras.

Pero el centro de centros, la médula del asunto, lo esencial concreto, estará en los platillos que nos ofrezca. Creemos que, por la cantidad de comensales y por el interés que él tiene en mostrarnos el poder de su cocina, más lo que produce la amistad que vamos estableciendo, será probable que la cocina de mañana sea efectivamente superior a la que hemos comido de él hasta ahora. Ojalá así sea.

Serán nueve tiempos, según nos ha ofecido. Lo mejor de lo que es posible cocinar hoy día desde su situación, según explica.

Una auténtica prueba de fuego. Desde todos los puntos de vista. Lo mismo desde la perspectiva historiográfica hipercrítica de Guy Rozat que desde la vivencia romántica wagneriana del chef Kaleb. Ver en acción práctica del valor del chef Fortino como cocinero de banquetes, en un banquete ordenado por nuestra admiración e interés en su obra.

Pues de estas experiencias efímeras se construye el sentido de un espacio de intercomunicación como éste. El sentido de la gastronomía mexicana en toda esta blog. Trabajo en proceso sobre un caso particular concreto, la cocina de este chef del barrio de La Merced. Una forma muy personal de ejercer y relevar la cocina popular de fonda, desde el estilo urbano del barrio donde está todavía el Mercado de La Merced.

Estudiar comiendo, comer estudiando, ejercer tal reflexión, pensar la comida mientras se come. Para desde allí tratar de entenderlo todo, comenzando por la historia de México y sus cocinas. Con la historia del centro histórico de la ciudad y todas las historias que por ahí cruzan. Nuestra libido de escritura.

Querer producir un discurso que hable de esos sabores y colores, de esas texturas y contrastes. Una cocina de principio humilde, sencilla. Pero en realidad rebuscada, transformada, elevada por el trabajo de Fortino. Expresión justa del momento cultural que vivimos, como ciudad, como país y como habitantes del planeta.

Un grado cero con respecto a la cocina de quienes estudian la licenciatura en gastronomía hoy día. Pues la cocina del chef Fortino no está donde ellos estudian las cocinas de México, y sin embargo las toca todas. Y por eso tienen que estudiarla, pues la experiencia les permite situarse y distinguirse en/desde lo mexicano. Ese acontecimiento abstracto por completo para el ser de la cocina, pues ninguna figura lo sintetiza.

Lo más importante del chef Rojas está en su "ser ahí". Es algo tan único como su persona. Comenzó a manifestarse plenamente durante los años setenta del siglo pasado y en este momento integra tres décadas de práctica y dominio.

Cocina subalterna, periférica, satelital. Como México. En diagonal con la realidad, en espiral salomónica. Pues la cocina de Fortino Rojas es exótica en todas partes, hasta dentro de las cocinas exóticas.

Salvaje y familiar. Difícil de estudiar. Y en eso estamos aquí, esperando por el día de mañana.

martes, 20 de marzo de 2007

Tostadas de mantarraya

Hoy, Mendiola presentó la cocina del chef Fortino frente a un grupo de unos cuarenta estudiantes de gastronomía que vinieron de Celaya, Guanajuato.

Son raras estas presentaciones. Deben ser breves. La gente tiene hambre y ya está predispuesta para comer. Hay que tratar de comunicar muchas cosas, los mil y un valores de la cocina del chef Fortino, la gran cocina del barrio de La Merced. En definitiva, una bella experiencia, por todo lo que significa.

El hecho es que ello nos permitió comer jabalí en salsa costeña, avestruz en chilmole, quesadilla de sesos, quesadilla de flor de calabaza en pulque, flor de ixiote con queso, tostadas de mantarraya, panuchos de salpicón de venado y pastel de amaranto con chocolate. Las salsas de Fortino son exquisitas, sean las que sean, la del jabalí de hoy sirvió para comer las tortillas perfectas de su cocina. Luego, el chilmole fue cosa de gran dominio de la cocina, una rica salsa negra, muy condimentada, como el famoso relleno negro de Yucatán; pero ahora con la carne de avestruz que es inquietantemente picosita. Pero la mantarraya es una carne interesante, el chef Fortino la cocina como la del pejelagarto, en tostadas de maíz. No la habíamos probado antes. Nos sorprendió.

Cocina taurina. Como una corrida de toros. La de Fortino Rojas. Se enfrenta con cada platillo como con un toro. El resultado lo decide la suerte. Una suerte que él domina con arte y elegancia. Que cada platillo sea por completo nuevo, diferente, asombroso. Sea el que sea. Una exactitud como la de Eloy Cavazos, se puede decir.

viernes, 16 de marzo de 2007

Tamal de charales de Pátzcuaro

Hoy el chef Fortino nos dio una prueba trascendente de su cocina prehispánica.

Después de una crema de brócoli con nopales y queso fresco y unos escamoles en salsa verde de aguacate, nos dio a probar un gran tamal asado en comal de charales de Pátzcuaro. Un guiso suculento, perfectamente logrado en todos sentidos. Primero que nada por el sabor de estos pescaditos de agua dulce, sabor que la salsa de aguacate enmarcaba y resaltaba perfectamente. Estos tamales se cocinan en este territorio desde hace unos mil años cuando menos.

Una gran demostración de la sazón que ha adquirido.

Luego nos ofreció un plato de salmón en salsa de chiles secos con guarnición de frijoles refritos. La salsa fue otra prueba de su gran dominio de la cocina. Y el postre fue un flan de zapote con esencia de mamey, exquisito.

viernes, 9 de marzo de 2007

Hoy estuvo muy interesante la sesión de taller de crítica gastronómica con el décimo "e" del Claustro. Por primera vez hicimos cocina cien por ciento experimental, cocina sin el objeto de alimentar, cocina para pensar la cocina.

Fue algo sencillo. Poner en acción un enunciado de Heston Blumenthal sobre la cocina de los espárragos.

El resultado fue interesante como experiencia del nuevo giro científico de la cocina.

De ahí, salimos corriendo al Mercado de San Juan, el mítico Mercado de San Juan. Para conseguir los ingredientes con que cocinar los tamales de chintextle de Hermanita, nuestro proyecto para comer el domingo con Carlos y Liz.

Y luego corrimos con Fortino a Chon, para comer antes de la presentación de su cocina ante el grupo de hoy, estudiantes de gastronomía que venían de Querétaro.

Fortino nos recibió con fresca agua de chía y de entrada un rico y sustancioso caldo de habas. Una experiencia análoga a la de la sopa de médula del miércoles. Luego panuchos de venado. Como plato fuerte, unos romeritos con tortitas de ahuautle y camarón, la excelencia de su sazón e ingenio, su uso personal del mole poblano. Y para terminar tostadas de pejelagarto.

Una interesante manera de conocer su cocina. Ya no como comensales casuales, sino como investigadores permanentes. Un valioso intercambio. Esta relación con el chef Rojas Contreras, donde todo lo rijen la admiración y el estudio. Un gozo que está por encima del placer sensual y el placer del conocimiento.

Para luego tratar de comunicar todo eso en cosa de diez minutos para un grupo de cuarenta personas hambrientas pero interesadas en la cocina prehispánica, de principio, y en la cocina del chef Fortino después. De ahí la necesidad de que valoren lo que van a comer, pues lo mejor de la cocina de Fortino allí se realiza día con día, mientras él viva, ojalá sea por muchos años más.

Ésta ya fue la segunda vez que ocurre una presentación chillys willys de la cocina de Fortino para un grupo de personas que están a punto de degustar sus platillos.

Y correr ahora al taller de crítica gastronómica con décimo "efe". De regreso a la cocina experimental, con un grupo muy eficiente y creativo, donde de nuevo experimentamos con la cocción de espárragos y la sal. Más aprendizaje, ahora, de lo que está por venir.

Porque la cocina del chef Fortino es como la fiesta de los toros. Muy borde. Muy única. Algo anómalo por completo dentro del cuadro posmoderno. Cocina de escándalo, se puede decir. Pues recurre a ingredientes fuera de lo común, escandalizantes. Como el bisonte, el armadillo, el cocodrilo y los muchos insectos que él cocina, con ese otro punto borde que son los jumiles tostados. Como ver torear a Manolo Martínez, cosa de escándalo. El arte y la mucha adrenalina, el pueblo y lo excepcional, y todo con un fuerte tono hispanoamericano y mexicano. Como el picor del mole de los romeritos y la ternura de las tortitas de camarón y ahuautle.

Cocina prehispánica. Ruinas del palacio de Tepantitla, Teotihuacan. Fragmento del mural que se conoce como "De la medicina", pared oeste lado derecho. Según creemos ver: hay dos figuras humanas con un comal entre ambas, donde resulta difícil establecer qué es lo que se cocina. ¿Alimento o medicina? ¿Hay alguna diferencia?

La figura de la derecha dice o canta algo, tiene el signo de la comunicación oral frente al rostro. La otra se inclina sobre el comal de manera enigmática.

jueves, 8 de marzo de 2007

Comienza, ya, un nuevo modo de tratar con el chef Fortino.

Ayer, miércoles, fuimos a Chon. Para comer ahí y ponernos de acuerdo con Fortino sobre una nueva presentación de su cocina ante un grupo que comerá ahí el viernes.

Estamos en comunicación. Nosotras le consideramos un modelo canónico para nuestra idea de cocina mexicana, él considera a Mendiola su portavoz. Se cierra un nudo complejo, la interrelación entre alguien que cocina, el chef Rojas Contreras, y alguien que estudia la cocina, la Chorcha Chillys Willys. Un lazo doble sobre una cocina y su historia.

La cocina y la historia. Ahora. Desde nuestra situación. Gastronomía subalterna, desde México, la ciudad y desde el espíritu de ese barrio de La Merced.

Un ejercicio de memoria. Para reflexionar en forma crítica sobre un acontecimiento o cúmulo de hechos de cocina: el ser y el hacer del chef Fortino.

De ir muy lejos en nuestra voluntad de expresión barroca diríamos que en este punto nos sentimos como en la secuencia de los espejos de feria en la película La dama de Shangai de Orson Welles. Pero en realidad nuestra situación desborda por mucho esa alegoría y nos conduce a esta escritura conceptista, donde queremos que se note el espíritu humanista que inspira Sor Juana para el discurso de la gastronomía. Trabajo de liberación feliz, esta maquinaria textual, puente entre Fortino y nuestro pensar. Historiografía contracultural, dentro y fuera del canon, dentro y fuera del espectáculo y la ideología.

Nuestra historia, desde la comida, sobre la comida. Que así se comunica en este sitio como trabajo en proceso. Escritura pública sobre una reflexión todavía privada acerca de un trabajo público, pues todavía no estamos en situación de expresar con claridad el signficado de la cocina del chef Fortino, sin embargo, tampoco consideramos posible no hacer de algún modo pública nuestra admiración por su trabajo, en tanto que su mayor don está en la sazón de sus platillos, una cualidad personal, por completo individual, que todavía es posible degustar y conocer en persona, como nunca más volverá a ser.

Ayer nos cocinó sopa de médula, cecina de jabalí y chiles anchos rellenos de queso de cabra y cubiertos de mole poblano. Con tortillas perfectamente hechas a mano y licuado de alfalfa.

La médula tenía una textura perfecta, aromática. El caldo no era picoso y correspondía en todo al sabor delicado de la médula, con su debido toque de epazote.

La cecina estaba enchilada por Fortino, luego entonces tenía un rico sabor a chile de árbol rojo, digno del sabor de la carne de jabalí que él cocina.

En los chiles anchos brilló la diferencia de Fortino. El mole poblano es un aporte de sabor sorprendente, hasta entonces impensado. Deleitoso en la boca, lo mismo con la carne del chile que con el queso. Contraste de chiles sin que ninguno picara de forma incómoda, sino todo lo contrario, para así resaltar en forma sutil el dulce sabor del chocolate.

Cocina tradicional, cocina popular, transformada en exelencia para gourmet por la experiencia y la sazón de Rojas Contreras. Su dominio particular, su aporte principal.

Una luminosa experiencia para comprender mejor lo que en él estudiamos, lo que en él admiramos, lo que nos interesa guardar de algún modo. Para así expresarlo en palabras, de forma tan rápida como sea posible, ante ese público de mañana que irá a encontrarse con lo "prehispánico" de su cocina, pues llegarán a Chon después de estar en el Mueseo de Antropología e Historia, donde les darán una plática sobre los mercados anteriores a la llegada de Cortés. De manera que la presentación deberá llevarles desde esa cocina antigua, presente en los platillos de Fortino, hasta lo específicamente propio de este chef mexicano, su cocina mexicana del barrio de La Merced.

domingo, 4 de marzo de 2007

sábado, 3 de marzo de 2007

Muchas cosas dificultan la buena memoria de la cocina. Resulta imposible transmitir el sabor de los platillos.

Esto es un asunto crucial con los cocineros como Fortino, donde todo depende de su ingenio y sazón al cocinar. Las recetas y las técnicas que emplea no son originales, son ingeniosas, interesantes, valiosas. Pero la clave está en el sabor de sus platillos, en el toque personal que les da, un dominio especial logrado por la experiencia.

No hay duda en que tiene un lugar importante dentro de la recuperación de los ingredientes prehispánicos, lo mismo que en la integración de las cocinas indígenas y regionales; aunque tampoco hay duda que todo lo integra la cocina del barrio de La Merced durante el siglo XX. Una cocina popular, periférica, que ahora comienza a tener un lugar central en las altas cocinas.

Porque lo que nos hace estudiar su obra se centra en ello. Su sazón. Un don personal por completo, incomunicable a otras personas como tal. Sólo permanece su recuerdo, la trascendencia de su huella en la memoria. Lo único de cada caso.

Como equipo de investigación hemos tenido el gusto de hacerlo, comer la cocina de Fortino, durante quince años continuos. Cada vez con más constancia y cuidado, hasta descubrir la necesidad de comenzar a guardar memoria fija de ello, que es lo que esta blog ya intenta hacer. Para que se conozca más y mejor el valor de este chef dentro de la cocina mexicana de la ciudad de México y la del mundo, en definitiva.

Entonces que no se olvide: ahora mismo, ahí está el chef Fortino, en Chon, calle de Regina número 160 del centro histórico de la ciudad de México. Prácticamente todos los días del año, ahí está él, en espera que quienes llegan a degustar ese don suyo, la cocina que produce. Cocina mexicana de altura. Al mismo tiempo que sencilla y clara como toda la cocina popular mexicana.

Aunque ello no le impide cocinar un faisán en salsa de rosas con calidad de chef francés neobarroco.

Tratar de explicar todo esto ante un público en espera de degustar sus platillos fue, ya se dijo, una experiencia trascendente. Sagrada, en lo humano supremo: sin dios ni amo. En la grandeza del buen comer y la buena vida.

Brevis oratio et loga manducatio...

Situar la cocina del chef Fortino Rojas como propia del tiempo presente y del barrio de La Merced. No es cocina arqueológica, tampoco es cocina prehispánica. Es cocina moderna, cocina de fonda de La Merced. Ni gran restaurante ni simple comedor de mercado popular, sin dejar de ser popular y elegante al mismo tiempo, de allí su definitivo éxito, el momento en que se encuentra.

Pero, ojo, Fortino está cansado. Cocinar en verdad desgasta, roba la vida, aunque sea una auténtica pasión expresionista. Los años de calor y estar de pie, más el estrés y la adrenalina hacen que una persona gaste sus fuerzas y su vigor corporal en forma extrema. Ya no quiere estar atado al trabajo de una cocina de restaurante, son más de doce horas de trabajo diario, sin parar.

Ahora le interesa más comunicar su don. Hacerlo de los dos modos en que es posible. Cocinando para comensales selectos, más interesados en degustar la calidad de su mano e ingenio, su firma de sazón única, excepcional. Que es lo que consigue cuando el chef Fortino trabaja con gusto y por gusto, sin la presión del depnder de la suerte de cada día de un restaurante que se eclipsa junto con el barrio de La Merced. Y dando lecciones de cómo y por qué logró este dominio de la cocina mexicana, para conseguir que más personas se interesen todavía por practicarla.

Entonces...

De lo más impresionante que hemos comido de su mano, está para siempre el mole de olla con carne de bisonte que cocinó hace poco especialmente para nosotras. La clave o fundamento era la hechura en sí del platillo, su guiso. Eso intransmitible por este medio. Que únicamente podemos hacer imaginable, mas nunca real. El colágeno de una coyuntura de pata de bisonte, en cantidad suficiente para degustarlo en grande, hasta distinguir todas sus diferencias. Sin que el platillo dejara de ser un mole de olla como sólo se cocinan en el altiplano de México, que nos sirvió cuando justo estaban en su más correcto punto de cocción todos los elementos del mole.

Para así comenzar a derivar sin fin por todo lo que hemos comido con esa sazón excepcional.

miércoles, 28 de febrero de 2007

Un salto metafísico

Hoy nos ocurrió algo trascendente.

Desde ayer el chef Fortino nos buscaba por teléfono. Hoy por la mañana por fin nos encontró.

Nos pidió que Mendiola hiciera una presentación de su cocina para un grupo de estudiantes de gastronomía que comerían en el restaurante.

Sin dudar, aceptamos tal honor.

El grupo de visita llegaría a comer a las dos de la tarde, nos dijo. Llegamos al restaurante una hora antes y nos ofreció una comida suculenta, mientras nos informaba que el grupo era de una escuela de gastronomía de la ciudad de Pachuca, Hidalgo. Cerca de cien personas. Iban allí para conocer la cocina prehispánica y los platillos del chef.

En la mesa donde estaban ollas con agua de chía para el banquete nos dio de comer. Porque todo el restaurante estaba dispuesto para los visitantes. Nos ofreció tostadas de peje lagarto, flores de maquey con queso y jitomate, panuchos de venado, albóndigas de armadillo, tortitas de ahuautle con mole poblano y frijoles refritos. De postre: capirotada.

Llegó el grupo de estudiantes y la presentación consistió en comunicarles lo que aquí mismo expresamos. Lo que significa la cocina del chef Fortino. Nuestro interés en conservar memoria de lo que cocina y lo que su cocina constituye dentro del gran cuadro de la actual cocina mexicana. Resaltando el valor de su sazón, eso que sólo él tiene como jefe de cocina. Lo que aporta su persona. Un valor único, intransmisible. Su genio.

Fue algo muy serio para nuestro trabajo de investigación. Recibir la invitación del chef para explicarlo ante un público que iba a degustar sus platillos, su cocina. Un honor. Pues así consideramos estar comprendiendo de cerca y de verdad el trabajo de este cocinero del barrio de La Merced, un trabajo que valoramos como muy importante para la gastronomía, ya que por eso hemos puesto en acción esta misma blog.

sábado, 24 de febrero de 2007

Sus platillos

De acuerdo a la publicidad del actual Restaurante Bar "Chon": la cocina del chef Fortino es de comida prehispánica y tradicional mexicana. Sus platos principales, desde hace ya más de treinta años, incluyen...

Chapulines, jumiles, escamoles, crisantemos, acociles, gusanos de maguey, avestruz, armadillo, venado, pato, codorniz, jabalí, cabrito, ancas de rana, cecina de Yecapixtla, chuletas de cordero...

Más los hallazgos y sorpresas del menú del día.
El chef Fortino Rojas tiene ya más de sesenta años de vida. De ellos, ha ejercido el oficio de cocinero durante más de cuarenta, siempre en el barrio de La Merced, siempre en Don Chon, según entendemos. Nació en Los Reyes, Puebla. Con muchos hermanos y en una familia pobre. Desde niño vino a trabajar en la gran ciudad y pronto dio con su destino y vocación, la cocina, esa cocina, la de la Fonda Don Chon.

No es un chef de escuela. Su fama personal comienza a brillar hace poco tiempo, antes lo admirado por todo mundo era lo que se podía comer en ese sitio, la Fonda. Luego, los reportajes periodísticos hicieron ver el trabajo de Rojas Contreras, su sazón, su modo de operar con las recetas...

Ayer, por ejemplo, el plato de escamoles que nos ofreció, mientras más lo pensamos, más efectivamente prehispánico nos parece en los ingredientes y los procesos de cocina y cocción. Pero la realidad no nos da tiempo suficiente para interrogarle. Nos queda el gusto de haber comido ese platillo. El trabajo de intentar establecer la receta y su proceso de producción real. Querer hacer la historia de la comida significa no dejar de interpretar e investigar en todas las direcciones posibles, sobre lo que ocurre y lo que se estudia. Para comprender con la memoria la cosa de las comidas, la gran cosa de la gastronomía.

Nuestro tema. Nuestro objeto de estudio. La cocina mexicana y la gastronomía universal. Todo lo posible de experimentar, pensar y comunicar sobre ello, es decir encima de ello, sobre su suelo histórico, una memoria poderosa. Con un gran impulso que aún le llega desde el futuro, que es donde se ve que está lo mejor de la cocina mexicana.

Sí, necesitábamos fotografiar los platillos de ayer. Fotografiarlos, además, como objeto de estudio, según el modelo planteado en el Taller de Crítica del Claustro, de acuerdo a los parámetros que emplean las ciencias exactas. Para mejor conservar su memoria. En tanto resulta imposible comunicar los sabores y los olores por este medio. Sin embargo, por mil y un motivos de economía no contamos en este momento con una cámara fotográfica. Y tratamos de resolver el problema todo el tiempo.

Nos faltan esas imágenes. Hasta aquí estamos recurriendo a las fotos que hay de Fortino y Don Chon en internet, según Google.

También tenemos otro problema económico. El precio de la cocina del chef Fortino, sin ser excesivamente alto, está casi por encima de nuestras posibilidades. Por ello no habíamos tomado la decisión de escribir con ciencia y arte sobre él, pues nos faltaban más experiencias gustativas de lo propio de su cocina, los platillos que salen directamente de su mano. Su interés en dejar una memoria material de su trabajo de cocina lo hace generoso con nosotras, y en este momento estamos yendo a comer a Don Chon un día por semana. Para cumplir la tarea que nos propuso el doctor Rozat, hacer este intento de semblanza biográfica del chef Fortino y su cocina del barrio de La Merced, una cocina a punto de desaparecer de la historia. Una gran cocina urbana con estilo mexicano que merece tenerse en la memoria y experimentar con su porvenir infinito.

Sin olvidar lo único y efímero de cada platillo, tanto en su producción como en su ingesta. Lo usual ha sido emplear más tiempo en la cocina que en la comida de los alimentos, en ello se manifiesta su complejo modo de interactuar con los códigos simbólicos de la sociedad humana. Natura y artificio. Necesidad y deseo. Más la voluntad de producir un discurso específico sobre ello, y en esta ocasión centrado en la reflexión sobre el trabajo concreto de esta persona, una persona, que ya vivió más tiempo que Carême pero todavía no tanto como Escoffier. Un cocinero mexicano, el chef Fortino Rojas Contreras.

Una persona y una historia. En un cuadro sociocultural donde literalmente no existen las historias de cocineros y apenas comienza a brotar la gastronomía histórica. Pero en donde el impulso de la ciencia ya lo mueve todo hacia la puesta al día, especialmente si queremos estar en la cosa gastronomita sin ser mera periferia satelital del imperio, que es el imperio del dólar, un imperio hasta cierto punto sin fronteras y sin pasaporte, un imperio en efecto tardocapitalista salvaje... en proceso de democratización humanista, si sabemos hacer bien la translación e interpretación del discurso. Que así se expresa a través de nuestra relación con Fortino.

Un varón que se ve angustiado, cansado en extremo. Hace poco lo asaltaron en su departamento, nos dijo. Fue algo feo. Lo espantó mucho. Más lo de los enredos del hijo. Todo el tiempo está preocupado, no duerme bien. Eso hace daño a quien trabaja en una cocina.

Según entendemos, lleva años luchando con la diabetes y la presión alta. Nunca descansa.

Ahora está seguro de ser en realidad un chef y porta orgulloso la bandera mexicana bordada en el cuello de la filipina. Por eso desea dejar la mejor memoria posible de lo que ha sido su trabajo con la cocina de ingredientes prehispánicos y exóticos.

En lo prehispánico, no se cuenta con información escrita sobre esas cocinas antiguas, lo más aproximado a su distante realidad histórica llega a través de las costumbres indígenas, donde es constante hallar platillos cocinados con ingredientes y técnicas propias de lo que se sabe sobre el orden de las comidas anteriores al primer viaje de Colón. Sin embargo, la mayoría de estos platillos que parecen ser de verdad precortesianos es que no suelen coincidir con nuestros gustos culinarios actuales. El trabajo de Fortino es construir un puente para ello, conseguir el sabor actual sin perder la cocina diferente, inusual. Traduce los platillos antiguos, y lo hace con gran delicadeza y detalle.

Hasta donde podemos historizar, la hora suprema de su sazón personal ocurre entre 1975 y 1985, aproxidamente. Aunque esto sea ahora sólo una hipótesis. En esa década el éxito de su cocina le permite experimentar con más libertad e intentar soluciones más creativas, también en ese momento la práctica diaria de la cocina lo ha convertido en un cocinero de excepción. Antes de ese período son sus etapas de aprendizaje y formación, los antecedentes de la creación de su cocina. Luego de esa década viene, por decirlo rápido, su consagración pública. Pero en ese período empieza el declive de La Merced como mercado de abasto de la ciudad y el deterioro manifiesto del centro histórico como espacio urbano.

viernes, 23 de febrero de 2007

Otra/Una explicación

¿Por qué una blog dedicada al chef Fortino Rojas Contreras?

No es mera retórica contestar señalando que las buenas razones para hacerlo son tantas que en realidad resultará extraño pensar que tan siquiera alguien lo pueda dudar. Todas las semanas aparece el chef Rojas en algún medio de comunicación. Así ocurre desde hace ya más de diez años.

Su cocina es noticia de la sociedad global.

La fama inicial se la da su relación con la cocina prehispánica. Pero la duración de esta fama se la ha dado su cocina personal con esos ingredientes. Y en ello se fundará lo mejor de su obra, en haber cocinado como ha cocinado los platillos que cocina.

Desde hace años conocemos su cocina. Mendiola desde mediados de los años setenta, la Chorcha desde los noventa del siglo pasado. Como objeto de estudio lo visitamos y admiramos desde hace
veinte años. Pero no habíamos encontrado qué hacer. Hasta que Guy Rozat nos dijo que luego nos preocuparamos por eso, lo primero que teníamos que hacer, dijo, es escribir desde ya sobre él y lo que hemos visto y vivido de su cocina, de preferencia una historia, su biografía, la de su cocina y el barrio de La Merced.

Y en ello aquí estamos.

Para guardar esta memoria en forma de blog. Nuestras notas de interpretación de la cocina del chef Fortino Rojas, un intento de biografía no autorizada. Un relato sobre la obra en cocina mexicana de este cocinero profesional, su trabajo como creador de platillos en la Fonda de Don Chon.

Un ejercicio de gastronomía humanista. Guardar esta memoria de un cocinero. Para tratar de situar su obra en la realidad, aquí, de la red. Invitando a conversar en forma inteligente sobre cocina mexicana y gastronomía, desde la interpretación de la cocina de Fortino.

Queremos producir un discurso científico sobre la cocina de México. Un discurso en diagonal respecto al canon institucional, en deriva subalterna, para reconocer la diferencia de México en la sociedad global, una diferencia colectiva. Nuestra forma de expresar este discurso, el de la gastronomía como crítica de la historia y no sólo como recuento de recetas y su contexto.


Desconstrucción del canon, para liberar el sentido radical de la gastronomía como discurso sobre la buena vida y la vida buena. Deshacer el encierro de la gastronomía en la gran cocina francesa y sus extensiones globales como cocina internacional, lo mismo que sacarla del encierro en el servicio de las clases altas y sus fantasías de lujo y originalidad. Desviar la reflexión hacia un espectro más amplio y democrático, lo mismo que más científico y realista, a fin de producir el discurso de la metacrítica de la gastronomía, el discurso que la impulsa más allá de cualquier esquema, hacia su ser más completo y complejo, más gastronomía todavía.


Nuestro interés en el chef Rojas se basa en su forma de ser una zona de cruce entre la cocina popular y la cocina de élite, la cocina arqueológica y la cocina creativa. Más un contexto diverso e intenso, la historia de La Merced: barrio, mercado y sociocultura. Según la interpretación que hace posible la crítica de la gastronomía.

Cocina y existencia, ciencia y arte, filosofía y experiencia interior, práctica crítica y teoría de la liberación, realidad y utopía. Desde la norma del estómago. Sobre la buena vida y la vida buena.

Según, esta vez, la interpretación que hacemos de este gran cocinero mexicano, el chef Fortino Rojas Contreras. Pues consideramos su cocina e historia un buen motivo para tratar de reflexionar sobre la existencia humana tomando como punto de apoyo la cosa de la comida. Un signo tan propio de la especie humana como el lenguaje y el andar en dos patas. Que esta vez queremos pensar y experimentar, insistimos, desde nuestra situación. Esta ciudad inmensa y en medio de cada vez más grandes problemas urbanos, por su grandeza --sí, no se olvide, por su grandeza --de ciudad --y de gran ciudad que come.

Nuestra historia sobre eso.

Cada vez más famoso

© EFE

Restaurante Bar Don Chon

Hoy, viernes 23 de febrero, después de impartir la sesión de trabajo del Taller de Crítica Gastronómica con el grupo E del décimo semestre de la licenciatura, comimos allí. En lo que ahora se llama Restaurante Bar Don Chon pero que todo mundo conoce y recuerda mejor como La Fonda de Don Chon.

Tal como habíamos acordado hace una semana, ayer le llamamos al chef Fortino para avisarle que sí iríamos al mediodía hasta el actual Don Chon. Lo haríamos entre nuestras dos sesiones de Taller en la Universidad del Claustro de Sor Juana.

No pudo encontrar, nos dijo al recibirnos, los ingredientes ideales para el mole de chito que desde hace tiempo nos tiene prometido. Pero nos cocinó nada menos que un mole de olla con carne de bisonte. Y antes nos ofreció unos escamoles con nopales en salsa de pulque.

Tortillas hechas a mano. Y maridamos esos platillos --por motivos estrictamente laborales-- con una jarra de licuado de alfalfa con guayaba, piña, pingüica y azúcar.

El joven señor Guadarrama, ahora a cargo del negocio de su padre, el viejo señor Guadarrama, nos invitó un mezcal de cortesía. Mezcal de Oaxaca, en efecto delicioso y más que correcto para degustar como postre una rebanada de flan de chicozapote.

Fortino estaba muy desvelado. Por culpa de un hijo malilla que tiene. Incluso tuvo que salir corriendo para hacer una diligencia antes de darnos de comer. Lo esperamos con calma, pues fue y vino en cosa de minutos.

De todas maneras, hoy el chef Fortino cocinó de modo especial para nosotras por vez primera desde que lo conocemos y admiramos. Y nos cocinó unos platillos deslumbrantes, los cocinó para darnos de veras gusto y hacernos probar lo mejor de su sazón. Ahora tiene más claro el grado de admiración que tenemos por su trabajo de cocina y los platillos que produce, razón de estudiarle con cuidado y tratar de guardar esta memoria de ello.

Platillos que nunca antes habíamos comido con él, ni en ninguna otra parte.

Los escamoles, nos dijo, son los primeros de la temporada.

Por eso fue más que sorpresa el primer platillo que nos ofreció, donde el sabor trascendental del pulque entronizó la relación de los escamoles y los nopales con una salsa de tomatillos suculenta. Comerlos en taco hizo que la tortilla aportara una deliciosa base neutra para degustar y contrastar con cuidado el sabor de cada elemento del guiso, muy en concreto el muy delicado y efímero de los escamoles. La armonía lograda con ello es irreductible al orden de las palabras, es el sazón de Fortino y su cocina. Un gran acontecimiento para el sentido del gusto. Esa cualidad única de su trabajo que lo vuelve en efecto excepcional, un don de cocina en efecto intransmitible. No es cocina de autor, es cocina de sazón.

El chef lo organizó todo en un tono preciso y claro: el verde. Únicamente el mezcal y el postre no estaban en ese tono pero expresaban su maduración, el salto del amarillo al café, la forma del peso del tiempo en lo vegetal y arbóreo. Pero la fijeza de su menú tuvo el color de nuestra preferencia específica. Verde que te quiero verde... Verde poesía antigua de Irlanda y verde bandera espiritual de México, una bandera lógicamente pintada por Rodolfo Morales. Verde anuncio de la primavera, en medio de este verano en invierno que ya vivimos, y que en esa parte de la ciudad quema como desierto sin vida. Frescura creativa de Fortino.

Ya antes, una vez, nos había dado una probada de cola de bisonte en salsa de chiles colorados. Pero eso en realidad no fue nada comparado con este mole de olla de hoy a mediodía.

Habas, ejotes, elotes, calabacitas, epazote, chile y carne del "perico" del bisonte. Todo en su punto, en la textura correcta. Servido en un inmenso y bello plato hondo de barro, de esos que sí espantan, porque parece que guardan la ración para repartir en los platos de unos cuatro comensales. Pero no, todo el plato es para una sola persona. Todo eso. Un plato rebozante de carne de bisonte, lo mismo que de todos los demás elementos del mole de olla, un plato de verdad abundante. Delicioso, sobre todo si se saben dosificar como condimento las suficientes gotas de jugo de limón que, esta vez, por razones del mercado, se convirtió en unos chispazos de auténtico limón y no de la lima que aquí llamamos limón.

La carne de bisonte estaba perfectamente guisada para que los cartílagos y otros segmentos de colágeno adheridos a los huesos resultarán perfectamente desprendibles y masticables, dejando salir todos sus jugos en el acto. El quinto sabor, el nuevo sabor tan antiguo, umami. Y el caldo del mole reunía todos los sabores de ese sabor con los de las verduras frescas.

A la temperatura perfecta, sin que por ninguna parte apareciera ni siquiera la sombra de la idea de grasa. Más Fortino ofreciendo volver a llenar de caldo el plato cuantas veces quisiéramos, para que no se nos enfriará el mole.

Mole de olla de La Merced. Pero guisado con carne de bisonte y no de res, por decirlo muy en apache y cerca de Jerónimo, o sea, con mucho gusto. Comer carne de bisonte, carne sagrada de América, la carne del espíritu que todo lo abarca y que decimos con el nombre y el ser del bisonte. En La Merced, barrio de mercaderes, barrio de cocinas populares con estilo internacional y marcada identidad mexicana, barrrio de comida picosita con ingredientes prehispánicos y de todo el mundo. Porque el bisonte es prehispánico.

Para las muchas veces que ya hemos comido con el chef Fortino, ésta fue la primera ocasión de nuestra vida en que cocinó un menú para nosotras. Si hay que calificar la experiencia en números que vayan del uno al diez...
En lo original del menú tiene 10, lo mismo que en la elección del color verde como color básico; en lo sabroso tiene un 9, en la calidad y presentación de los ingredientes un 10, en la cocina un 8 y en la atención y el servicio 10+. Que no le demos un diez en todo es por culpa del desvelo que le causó el hijo malosón al chef, que ya no parece que pueda ser el legítimo heredero de una cocina tan trascendente, como se pudo creer en algún momento del pasado. Lástima por eso. Fortino se veía de verdad agobiado y cansado.

El resultado final fue pura mística de la comida que se produce en la cocina de Fortino. En situación especial, pues todo el tiempo que estuvimos allí no hubo más comensales que nosotras en ese sitio. Tan sólo era notorio que se preparaban para recibir una multitud más tarde, según el impulso que le da al negocio el joven Guadarrama.

De lo mejor de lo mejor: los escamoles con pulque. Es por el toque del chef. Sus escamoles son sólo suyos, todos suyos. Y nos ha costado tiempo y trabajo reconocer a plenitud esta diferencia que hoy degustamos con ingredientes de muy buena calidad, excepcionales.

Los ejotes y las habas. También lo verde es comida y el chef Fortino la vuelve asunto de hedonismo vegetariano y no dieta de paria hindú. Y la conmoción de habas y ejotes fue contundente en el gusto de Mendiola, que no suele gozar mucho comiendo vegetales.

Son platillos que únicamente Fortino cocina. Hay parecidos, incluso guisos con casi los mismos ingredientes, como lo es el mole de olla. Pero lo excepcional está en los puntos de cocción y la calidad de los ingredientes, gesto manifiesto del cuidado del chef de La Merced. Y claro: en muchos lugares distantes de la provincia alguien los cocinará también así. Fortino les ha dado un carácter de gran plato de fonda, para comenzar a situarnos más en el orden sociocultural de la gastronomía de la ciudad de México. Algo muy importante, si se considera que la cocina mexicana tiene una vertiente fundamental en la cocina popular y callejera.

Cocina popular con situación de altura. Los guisos de la gente común cocinados con los ingredientes de calidad de un gran mercado urbano donde fue posible conseguir lo mejor de lo mejor a precio de mayoreo al menudeo, todos los días. Más la inventiva y la memoria del auténtico Don Chon, el señor Encarnación Reyes García, quien en 1924 fundó la Fonda en la Plaza de la Talavera, para trasladarse en 1950 al 159 de Regina. Don Encarnación fue quien inspiró y condujo el ingreso de Fortino en la gran cocina mexicana que aquí nos interesa, entre los dos lograron el gran conjunto de recetas que Fortino hoy día cocina, aunque, claro, con el paso del tiempo y desde la muerte de don Chon, este último ha desarrollado por su cuenta esa creatividad en la cocina.

Sus ingredientes son exóticos, para decirlo rápido. Poco usuales en cualquier cocina del mundo. Muchas de las carnes con que cocina son de animales en peligro de extinción o inusuales en la cocina cotidiana de cualquier parte del mundo. No es cocina prehispánica en estricto sentido, pues únicamente emplea los ingredientes; las técnicas, los utensilios, las recetas y los platillos del chef Fortino son muy occidentales, están mucho más cerca de la gran cocina francesa de tiempos de Carême que de lo que pudiera cocinarse en la isleta de Tlatelolco-Tenochtitlan de verdad en tiempos, digamos, de Moctezuma Xocoyotzin. Cocina popular de altura, cocina urbana, cocina mexicana, insistimos aquí, con el estilo propio del barrio de La Merced a mitad del siglo pasado.

Además, para concluir este segmento, hoy, primer viernes de la cuaresma, que quede que nosotras comimos carne de bisonte.

Gusanos de maguey

© EFE

Un final como principio

Un final fresquecito para quien comience a leer cerca de ahora. Porque no puede ser de otra manera en este tipo de textos cibernéticos. Aquí en la blog siempre el final será el principio, rara analogía, unir el uno y el infinito. En estas blog se escribe a contracorriente por causa del flujo real del tiempo, de ahí la facilidad para dejar fluir lo contra... --aunque es posible desconstruir el dispositivo y hacer cambios de tiempo en el orden como se editan los textos, jugando con las manecillas del reloj, como se dice, pero no así con lo real del tiempo como tiempo.

Comenzamos este relato en diario abierto sobre la obra del chef Fortino Rojas Contreras. Un ejercicio de escritura en blog que intenta producir su biografía, una biografía con perspectiva gastronomita chillys willys.

Un trabajo complejo de escritura. Liberar la gastronomía y liberar la escritura y liberar la biografía y liberar todo lo que se pueda, para hablar del chef Fortino como su obra merece. Y así estar en la gran cuestión de la cocina mexicana --que es el tema, nuestro tema.

En tanto que la obra del chef Fortino Rojas es en extremo sui generis. Rara, muy rara, quizá por completo única, sin comparación.

Es la máxima expresión hoy viva de lo que se deberá conocer en el plazo largo como "cocina del barrio de La Merced" --que es lo que con la obra de Fortino tratamos de demostrar de aquí para arriba en esta blog.

Una cocina urbana hoy día en grave peligro de extinción. De allí nuestro interés en crear esta zona de memoria. La obra de Rojas Contreras en la cocina.

Lo reconocemos ya aquí sobre mojado, para hacer la biografía de Fortino nos falta todavía mucho tiempo de trabajo. Todo lo que deberá escribirse justamente para arriba. Él no tiene mucho tiempo para estar contándonos su vida, hay que sacarle la información a retacitos, entre que va y viene de la cocina al comedor de Don Chon con platillos deslumbrantes, de esos que, según entendemos, únicamente él puede cocinar, solo él.

Alta cocina mexicana del barrio de La Merced en sus tiempos de gloria suprema, cuando allí se ubicó el mercado encargado del abasto de la ciudad de México durante los años cincuenta del siglo XX.

Una historia muy grande. La obra en cocina del chef Fortino.

Algo que aquí termina de contarse hacia abajo, como se ve y se siente. En el justo principio. Para seguir escribiéndose hacia arriba, como tiene que ser en un caso como éste.

Bienvenido/as al final que nada termina y todo lo empieza. Un comienzo más de la interminable historia de la cocina mexicana, el de La Merced y Fortino.